Carolina de Mónaco, de princesa triste a princesa humillada

Cuando empecé este blog, mi primer post se titulaba "La princesa está triste" y comentaba el rumor de que el matrimonio de Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover, hacía más agua que las cataratas del Niágara.
Desde entonces, no se volvió a ver a Carolina en compañía de Ernesto y sus inseparables copas, es como si se hubiera esfumado, se lo hubiera tragado la tierra o le hubieran prohibido la entrada en Mónaco, a donde se trasladó Carolina de nuevo.


Como en los cuentos, la princesa estaba triste y solita, volcándose en sus hijos, sobre todo en al pequeña, porque los otros ya vuelan a su aire muy ocupados en sus fiestas, sus ligues y vivir la vida, que para algún son jóvenes, ricos y ociosos.

Desde hace un par de días la princesa dejó de estar triste, para pasar a sentirse humillada, que es mucho peor, porque al aún su marido, Ernesto de Hannover, la ha sustituido por otra, paseándose a la vista de todo el mundo, mientras se daba cariñosos achuchones y tórridos morreos con ella que parece un clon de la princesa, pero más joven, en las playas del Indico, concretamente en la playa de Freedom, en el balneario tailandés de Phuket, donde recibieron el Año Nuevo, mientras Carolina ejercía de madre en las pistas de esquí de Crans Montana (Suiza).


El "Príncipe de Copas" y su nueva pareja, pasearon sin esconderse y dando rienda suelta a su amor, delante de miles de turistas de todo el mundo y en consecuencia delante de los fotógrafos, que suele estar en esos sitios a la búsqueda y captura de la foto, que le pagará las facturas a fin de mes.
Visto lo visto, y ante esta humillación pública, no creo que tarde en anunciarse el divorcio de la principesca pareja, ya que el príncipe salió rana, ¡mejor dicho "sapo"!


Carolina, la próxima vez, que seguramente la habrá, que pretendientes no te han de faltar, piénsalo antes de besar a un sapo para que se convierta en príncipe, porque por mucha sangre azul, que corra por tus venas, solo funciona en los cuentos de hadas.
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