No era hora, pero tampoco importaba que lo fuera, el sol estaba, pero no estaba, al igual que no llovía, ni tampoco parecía fuera a llover, simplemente, era un día anodino, un día más, donde la esperanza ni estaba presente, ni estaba por llegar. Había que esperar que apareciera, pero tampoco era de esperar que llegará, que encontrara la dirección, sin perderse, porque alguien dijo, una vez y casi fue dogma de fe, que la esperanza nunca se pierde, pero si no lleva la dirección bien puesta y el sello correspondiente es posible que nunca llegue, porque no habrá encontrado el camino.

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Pues no, no estoy loca, ni se me ha ido la mano en los chupitos, cuando digo que el caballo de Cayetano Martínez de Irujo, está propuesto como candidato a los Premios Príncipe de Asturias de los Deportes, porque realmente quien tiene los méritos es el equino, por soportar, al jinete, que es más conocido por sus líos de faldas que por sus logros en el deporte, ya que si no fuera un Alba, en este país ni sabríamos de quien se habla.

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Pues si, ayer fue mi cumpleaños, y no es necesario me preguntéis cuantos, porque yo no tengo inconveniente en decir mi edad, cumplí 35 como hace años (25 para ser exactos) y como cumpliré, espero, muchos años más, fue un día estupendo y me pasé un buen rato contestando a las felicitaciones del Feisbús y viendo las cosas tan bonitas que me ponían, pero si alguna felicitación me sorprendió fue la de Juliogdo, original donde las haya y eso que a mí los Simpsons no me gustan, pero a partir de ahora, los veré con otros ojos.

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En el fondo, soy una sentimental y me dan penita muchas cosas, entre ellas el “sufrimiento, acoso y linchamiento mediático” que está sufriendo, según él, Ortega Cano, nacido en San Antón (Cartagena), que por cierto es mi barrio y que un día emigró a los Madriles y se hizo un huequecito, en el mundo del toreo, llevando una vida más o menos tranquila, hasta que se cruzó en su vida Roció Jurado y su vida se convirtió en un vaivén de dimes y diretes, de que si, de que no y de si te he visto no me acuerdo.

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Dice la sabiduría popular que todos los días, son días de aprender y es cierto, por muchos años que se tenga, siempre se aprende algo nuevo, pero una piensa que la capacidad de sorprenderse, va decreciendo con los años y ya nada asusta o espanta, pero hoy me he quedado estupefacta, anonadada y boquiabierta, al leer en Europa Press, (que no solo de revistas del cuore, se “culturaliza” esta Portera), que los Urdangarin y Borbón, se podían haber estado desgravando la compra del Caprabo, según cuenta Interviú y su Abogado, ignora, al ser preguntado sobre el tema, como un abogado de categoría, que se precie.

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La crisis, no sólo ataca a los pobres, también los pudientes la están sufriendo en sus carnes, bien alimentadas y bien vestidas, ya que no tienen dineritos sueltos, para pagarse sus caprichitos y mantener sus altos niveles de vida, ya que ellos, al contrario del ciudadano de a pie, al que se le quita lo más básico quiera o no quiera, no les puede faltar las vacaciones de postín y las fiestas de tronío donde demostrar que ellos no están dispuestos a apretarse el cinturón, ni aunque el cinturón sea de Dior.

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 Hoy un mini post, que es lo más difícil del mundo para mí, ya que lo mío es enrrollarme como una persiana, ya que domino el arte de escribir mucho, mejor dicho el arte de juntar muchas letras, para decir poco, pero el tema lo requiere, e intentaré ser concisa y breve.

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 A Toni Cantó, había que darle con un canto en los dientes, para que la próxima vez, se meta la lengua, en donde la espalda pierde su nombre, y se informe antes de lanzar burradas como la que lanzó hace unos días en su Twitter, “que la mayoría de las denuncias de mujeres por maltrato son falsas”, sí que ha perdido perdón y ha rectificado, pero se le ha visto el plumero en lo que piensa y no hay perdón, ni disculpas que valgan. Rosa Diez, la presidenta de su partido, debería ponerle un bozal o correrlo a gorrazos de sus filas, porque flaco favor le hace, porque si yo fuera simpatizante de ese partido, me daría de baja rápidamente, por esa falta de respeto a las víctimas de la violencia de género.

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